El precio de la libertad de expresión: el caso de Fernando Savater
El despido de Fernando Savater de El País, cuestiona la verdadera libertad de expresión y el derecho a criticar desde dentro de una organización.
Más allá de lo bueno o malo que sea como filósofo Fernando Savater, este escrito busca reflexionar sobre algo particular que le sucedió en enero de 20241, pero que desafortunadamente no ha sido cubierto mediáticamente en el mundo "académico", pese a la fama del personaje, pero sobre todo, por lo que esto puede implicar como antecedente para toda aquella persona que quisiera trabajar —o trabaja— como intelectual.
En resumen: él concedió una entrevista en la que, grosso modo, dijo cosas no tan favorables acerca del diario en el que trabajaba (El País). Alegando un poco a la longevidad en su puesto (siendo empleando desde la fundación del diario) opinó sobre diferentes cuestiones con “cierta autoridad”. Más tarde que pronto, la dirección publicó una nota en donde informaba que el filósofo era despedido tras 47 años de ser columnista.
Lo anterior trae a colación algo interesante: ¿qué tan libres somos realmente de opinar? En las sociedades occidentales, presumimos o nos jactamos de tener algo que llamamos “libertad de expresión”. Con matices pertinentes, y no exentos de debate, entendemos que podemos, en teoría, decir lo que queramos siempre que no afectemos a terceras personas. Como digo, hay muchas tensiones sobre los límites, o no, de esta teórica libertad, pero más allá de esto, y sin profundizar mucho, mientras no difames o generes un discurso de odio, o incites a la violencia, todo está “permitido”.
¿Pero es así?
Dejemos un poco sobre el suceso con el filósofo español, y extrapolémoslo a nosotros como empleados de una empresa: ¿ser trabajador de una compañía me hace o me condiciona a no poder criticar sus formas?
Evidentemente, hay matices, porque uno puede alegar el hecho de que si no se está conforme en un lugar, de trabajo, asociación, etc., lo más sano sería salirte de ahí. Pero, ¿dónde podríamos trazar la línea de inconformidad? ¿Debo de opinar negativamente solo si no pertenezco al lugar del que me inconformo? ¿O puedo —y debo— de alzar mi voz estando ahí?
Volvamos nuevamente al filósofo. Más allá de todo, podríamos decir algo contundente: ¿de qué se sorprende su empleador si dicho empleado es filósofo? Es decir, no se supone que lo tienen como columnista para opinar, reflexionar, para "filosofar". ¿No es acaso su oficio? ¿Por qué sorprenderse, entonces, de que este hable y diga cosas no tan favorables con la institución? Al final, está "filosofando" sobre ella.
Ahora, dejemos nuevamente el evento de Savater de lado y volvamos "a nosotros". Como decía, se supone que en las sociedades occidentales tenemos "libertad de expresión", pero ¿si decimos lo que pensamos estamos exentos de represalias? Piénsalo bien antes de responder. Si tú le dices a tu jefe algo que no te parece, ¿realmente lo "tomará bien"? Si tú te quejas de algo, ¿te seguirán "viendo bien"? ¿O te tomarán de alguien "conflictivo" que solo busca encontrar la paja en el ojo ajeno?
Fernando Savater, lo sucedido con él, pone algo sobre la mesa: nuestra voz no es tan libre como quisiéramos. De hecho, la entrevista que él concedió fue para su competencia (El Mundo), con relación a un libro que publicó. Entonces, ¿no podemos decir nada negativo de nuestro trabajo fuera de la empresa? Ya está pasando: ha habido casos mediáticos en donde por cometarios en redes sociales puedes ser despedido2. Claro, podría ser causa de despido, compartir "información confidencial" o cosas por el estilo, pero ¿un comentario sobre cómo me siento en la empresa puede hacer que me despida? ¿Acaso, fuera de mi horario de trabajo, no puedo criticar el lugar donde laboro?
Es una línea muy delgada, y un hilo que lentamente se está rompiendo con mucha facilidad, y verlo en Fernando Savater da miedo. ¿Por qué lo digo? Primero, por como comentaba, no haber generado un impacto mediático más allá de algunas notas de prensa los primeros días3, y segundo, porque están despidiendo a un filósofo por "filosofar". Más allá, como explico al inicio, de que te guste o no su filosofía, el autor de "Ética para Amador" tenía una columna de opinión en donde justamente opinaba. Dichas columnas estaban incomodando y "llevando la contraria4" al resto de informaciones y opiniones del periódico. Y claro, al no cuadrarse con la empresa, esta lo despidió. Pero, entonces, ¿la filosofía que escribimos debe de "cuadrarse" a algún gobierno, institución o empresa? ¿No acaso la filosofía busca —o debe de— incomodar tanto a la o al filósofo que lo escribe como al lector o lectora que lee? Entonces, ¿para qué tener un filósofo contratado si no lo dejas filosofar?
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