¿Soy responsable por lo que dices?
La detención de Pável Dúrov, CEO de Telegram, en Francia, destaca el debate entre privacidad y colaboración con las autoridades.
Francia se vanagloria de ser un país en donde la libertad, igualdad y fraternidad son pilares fundamentales de su ideología; de hecho, dichos sustantivos forman parte de su lema como nación. Pero, pese a ello, el 25 de agosto de 2024 fue detenido en un aeropuerto de París1 Pável Dúrov, CEO de Telegram2. ¿El motivo? Entre muchos otros3, el de permitir actividades delictivas en la aplicación de mensajería, así como negarse a colaborar con las autoridades cuando estas le han pedido información de usuarios, supuestamente involucrados en delitos, de la aplicación.
Algo que ha hecho célebre a Dúrov es que se ha negado a ceder información de sus usuarios a las autoridades. Lo hizo antes con VK4, una especie de Facebook ruso que fundó en 2006. Dicha situación, en 2014, lo obligó a salir de Rusia5 y a hacerse con la nacionalidad francesa y emiratí; de hecho, decidió establecer6 el centro de operaciones de Telegram en Dubái, y su matriz en las Islas Vírgenes Británicas.
La aplicación de mensajería que Pável cofundó con su hermano ha estado siempre en el ojo del huracán por la escasa supervisión que ejerce sobre lo que la gente dice o hace en la plataforma; esto, para bien y para mal, ha ayudado a personas a comunicarse y organizarse: desde para encabezar marchas y protestas en países autoritarios como, desde luego, para planear y gestionar acciones criminales; así como ser un espacio para la desinformación, bulos, extremismo y un largo etcétera. Por ende, las autoridades europeas e internacionales, han colocado en el punto de mira a Telegram, pero ahora han dado un salto a algo que debería de preocuparnos, a todas y todos.
Más allá de lo bueno o malo que se pueda decir sobre Pável Dúrov, él es cofundador y CEO de una plataforma que permite algo: comunicarse. Es un símil a lo que hace una compañía telefónica que brinda un canal para realizar una llamada. O a una empresa que hace automóviles. El CEO o fundador de la compañía de teléfonos no es responsable de que hagas una hotcall o planees un atraco; o el presidente de Mercedes Benz no irá a juicio si tú asesinas vía atropellamiento a una persona. Dúrov y los CEO´s de estas empresas solo ofrecen un medio, tú eres quien ejecuta, con una herramienta, una actividad que puede ser sometida a juicio.
Acudiendo a las leyes, en los Estados Unidos existe la Sección 230 de la Ley de Decencia en las Comunicaciones. Esta sección proporciona7 un cierto tipo de inmunidad a los servicios informáticos en línea con respecto a los contenidos generados por usuarios de terceros; esta ley data de 1990. Consta de dos partes principales: 1) establece que un proveedor de servicios de información no será considerado como un "editor o portavoz" de la información proporcionada por otro proveedor; y 2) otorga inmunidad de responsabilidad civil a los proveedores de servicios de información que opten por eliminar o restringir contenido en sus servicios que consideren "obsceno, lujurioso, lascivo, sucio, excesivamente violento, acosador o de otro modo objetable, sin importar si dicho material está o no protegido constitucionalmente", siempre y cuando esta acción se realice "de buena fe".
Resumiendo un poco la jerga, esta ley estadounidense otorga un "espacio seguro" a los medios norteamericanos para actuar como intermediarios de contenido sin temor a ser responsables de dicho contenido, siempre y cuando se tomen medidas adecuadas para eliminar o prevenir el acceso a ese contenido. Es decir, cuando hay material con derecho de autor o contenido peliagudo, las Plataformas deben de tomar ciertas medidas para evitar que los usuarios lleguen ha dicho contenido, pero en general se asume que el espacio no es responsable del contenido, sino el usuario que lo sube y comparte. Claro, hay cierto tipo de excepciones, pero de forma general dicha sección da un cierto tipo de amparo a las empresas.
Esto, junto a leyendas tipo "el contenido de los artículos es responsabilidad de los autores y no refleja el punto de vista del Editor ni de la Editorial/Empresa" permiten, en teoría, que puedan existir espacios donde la libertad de expresión exista y prevalezca. Claro, habrá matices, como en Filosofía en la Red, en donde los discursos de odio y la incitación a la violencia no se toleran, pero en general, dicha protección permite que existan espacios-plataformas en las cuales el usuario (sus autores) pueden expresarse libremente, y en donde el proveedor (la Editorial) de ese ambón no será sometido a la ley por lo que sus usuarios decidieron compartir.
Sin embargo, eso, con la detención de Pável Dúrov, está en peligro. Y está riesgo porque viene de un país democrático, de una nación que pregona a la libertad, igualdad y fraternidad como bandera, de un Estado que está en la Unión Europea: un conjunto de países que se jactan de abogar por los derechos de sus ciudadanos. Sí, no colaborar —no dar información personal de sus usuarios— con las autoridades es colocarse en un hilo muy delgado, pero aquí es donde la libertad de expresión juega un rol de lo más interesante, un papel en el cual limitar o moderar puede, bajo el paraguas de protección y seguridad, suprimir derechos civiles en favor de lo que un gobierno decide de qué se puede o no hablar.
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