Pensar la alteridad: un acercamiento desde la correspondencia entre Simone Weil y Antonio Atarés
Simone Weil, conoce a Antonio Atarés. Se inicia una amistad epistolar, revelando el ideario weiliano trascendiendo las meras tesis filosóficas.
La idea de la alteridad atraviesa el pensar weiliano, no solo de forma explícita como teórica de la amistad y de la experiencia obrera, sino remitiéndose a su propia experiencia vital. Con situaciones como la elección de dejar su rutina acomodada para trabajar en las fábricas y comprender la vida obrera, o su alistamiento en la guerra civil española para servir de ayuda, demarca una necesidad de realidad que la idea romántica de la autorreflexión filosófica no puede brindar. Se plantea un intento, no de reducir la obra de la pensadora a su vida —como se nos aparece en lo colectivo bajo el rótulo de mártir—, sino de demostrar un acercamiento a los interrogantes sobre lo real y el otro desde la praxis. La desgracia, y la alteridad, se nos presentan como dos ideas subyacentes en toda la obra weiliana, y en la propia vida de Simone Weil, pero nos valdremos de su intercambio epistolar con Antonio Atarés como soporte sobre el que apuntalar estas nociones. La lectura de las cartas entre Simone Weil y Antonio Atarés nos trae a la luz una filosofía honesta, que traspasa lo escrito y que asienta su pensar filosófico en el propio uso de la conciencia política.
En marzo de 1941, Weil, entra en contacto con un campesino anarquista internado en el campo de los Pirineos. Este desconocido, Antonio Atarés, había compartido estancia con Nicolas Lazarevitch en Vernet en julio del año anterior, y es este quien le pone en correspondencia con Simone tras su marcha del campo. Con el inicio del intercambio epistolar, se da también el inicio de una amistad que nunca se eleva del papel, y que se comprime en XVI cartas. El contenido de los textos, los pensamientos y lecturas compartidas, y la propia naturaleza del vínculo, constituyen una prueba de que el ideario weiliano va más allá de unas tesis para remitirse a la propia vida. Superando la barrera del lenguaje —entre la escritura de la francesa y la recepción del español— se teje una camaradería basada en los comentarios de los textos de Platón, en la descripción de los paisajes que les rodeaban con el fin de acortar la distancia, y en la discusión de las nociones de optimismo y desgracia. Su primera toma de contacto, una breve carta a modo de presentación, se encuentra cargada de sensibilidad y comienza asentando la tónica del resto: recortar el espacio físico mediante la idea de la espera.
Lo poco que hago por usted no merece agradecimiento. Si yo estuviese en un campo y usted en libertad, y si usted hubiese oído hablar de mí a través de un amigo común, actuaría conmigo de igual manera. Estoy segura de ello, pues, si no fuese así, nuestro amigo no me hubiera hablado de usted como lo ha hecho. Por tanto, no me debe nada.
Weil; Carta II
El reconocer a Atarés como aquel que se le muestra cercano gracias a la narración a voz de un amigo ordinario, aflora el comprender al otro no objetivado en el relato, sino como primer momento para identificar la existencia de uno diferente del que aprender y pensar. Movida por una gran generosidad, y bajo la máxima weiliana que enuncia que amar bien sería estar dispuesto a amar todo aquello que merece ser amado, se interesa por el bienestar de su ahora conocido y mueve hilos para respaldarlo no solo de forma anímica sino también económica. A lo largo de las cartas, aparece de manera repetida el acompañamiento de sus palabras con un giro económico y este hecho, permite la reflexión sobre el poder monetario y el concepto de dinero1. Enuncia así, en la Carta sexta, un breve apunte sobre el compartir, entendiendo el dinero en un movimiento fluido que se traslada de propietario según la necesidad de bienes y que elimina al propio yo del esquema de intercambio. Se aleja así de una acción movida por la caridad —que dota de honor al que lo entrega, y de sentimiento deudor al que lo recibe— para afirmarse como un acto instaurado en la gracia al salirse del esquema mercantil imperante siendo un simple tránsito entre la necesidad de algo y la posibilidad de saciarlo.
Entre los diferentes comentarios acerca de la situación que vive su ahora amigo, se evidencian los reiterados halagos por su ánimo, encarando la vida aprisionado, excluido de la libertad. Medido por el sentido de lo existente, se entienden dialécticamente dos momentos según su distancia con la realidad, la alegría como su máximo reconocimiento, y la tristeza como el debilitamiento de este sentido de lo real. El continuo desgaste mediante el sufrir, tanto físico como mental, provoca la pérdida de conexión con lo real y, en general, provoca la pérdida del universo. La malheur se presenta, entonces, como un desarraigo de la vida, es una marca de la esclavitud que existe por el mero hecho de hallarse bajo el Gran Animal2 Esta idea se encuentra pintada de matices políticos, y acarrea consigo una concepción de la sociedad como el instrumento que silencia la desgracia e invisibiliza la muestra de la desdicha.
Aquí hace un tiempo maravilloso; hay ráfagas de luz sobre el mar y los árboles se cubren de hojas. Me hace feliz saber que te alegra el contemplar las montañas. Mientras haya cosas como el mar, las montañas, el viento, el sol, las estrellas, la luna y el cielo no podemos ser totalmente desdichados. Incluso cuando estamos privados de todo esto y en un calabozo, saber que todas estas cosas existen, que son bellas, que otros disfrutan de ellas libremente, ha de ser siempre un consuelo.
Weil, Carta III
La situación que vive Antonio se encuadra bajo la negación del yo, de la libertad, y del hacer personal, es aquella situación que lleva al límite el desarrollo de la vida medido por la desgracia, y que solo puede ser sobrellevado desde la atención de lo bello y bueno. La vida desarraigada es afrontada, focalizando su pensar en el paisaje que le rodea, y el que antes le rodeaba, rememorando cómo se constituía la naturaleza del lugar que le vio nacer, y cómo se constituye en las narraciones del lugar en el que se encuentra su amiga. Los pensamientos a futuro para remitir el mal a lo temporal, a lo que acontece y a lo que dejará de acontecer son, también, una manera de practicar la esperanza, como la afirmación de que la desgracia no puede prolongarse en el tiempo; en palabras de Weil: el ser se desgarra en su sentimiento de tiempo, el futuro es un colmador de vacíos. Movida por el propósito de l'expérience du malheur des autres se da en ella una conmoción al identificar en su amigo un saber estar en el mundo sufriendo pero sin sucumbir a una muerte moral. Encontramos así, un esfuerzo activo por proporcionarle bienes materiales, lecturas comunes y palabras amables como un medio para sustentar el ánimo. Este hacer por la alteridad que aparece manifiesto en su correspondencia con Atarés, hila con la idea troncal de la pensadora que entiende que su hacer filosófico tiene como epicentro el servir asistencia para un otro que lo necesita.
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