Rebelión y ética: una apertura a las posibilidades
Abordamos la rebelión como una postura ética que reacciona ante el sufrimiento propio y ajeno, pero que se entiende desde su carácter colectivo.
El planteamiento de Albert Camus acerca de la rebelión hace una propuesta ética sobre la búsqueda de respuestas ante las fallas de la realidad de las que todos y todas somos víctimas. Nuestras vidas son contingentes, lo que implica que tenemos un margen de elección hacia nuestro futuro, pero no total libertad. Este breve ensayo busca abordar y profundizar la propuesta ética que realiza Camus desde su concepto de rebelión, sumado al trabajo realizado por Joan-Carles Mèlich. Siguiendo la reflexión sobre la rebelión como una postura ética que reacciona ante el sufrimiento propio y ajeno, pero que se entiende desde su carácter colectivo, abriendo así el paso y la oportunidad de pensar en futuros posibles.
Los desgarres de la existencia son un punto común para toda aquella persona que ha rondado el mundo, son una muestra de nuestra finitud, somos seres que se componen de una tensa relación entre la presencia y la ausencia. Bien lo decía Albert Camus: “Respirar es juzgar1”; nuestros actos ante los sucesos que ocurren frente a nosotros y nosotras todos los días son una postura ante la condición de existir, desde la incomodidad hasta la indiferencia —o ciega aceptación— y todo lo que pasa por en medio, no hay una visión neutral. Existir es una condición que llega a ser angustiante, pero que siempre está acompañada de decisión. Ya sea la pérdida de un ser querido, un accidente de tráfico, un corazón roto, una emergencia médica, una injusticia o cualquier acontecimiento que disloque nuestra cotidianidad, la vida, por momentos parece carecer de sentido, nos tienta a negar y a olvidar la contingencia que rodea nuestro vivir. Por ello me propongo explorar esta cuestión desde el pensamiento de Albert Camus, en concreto su planteamiento sobre la rebelión: aquel momento cuando con el aire que podemos reunir en nuestros pulmones decimos: no.
Dentro de la relación absurda que se genera entre la interrogación humana y el silencio irrazonable del mundo, hablar repara. El acto de enunciar ocurre cuando la conciencia despierta —pronunciar no ante una condición dada, un fallo de la realidad, un momento en el que existe el anhelo de pensar el hubiera como una posibilidad real— da cuenta de la condición rebelde de una persona. Condición que está sujeta a un sentido de colectividad, porque:
El primer progreso de un espíritu invadido de extrañeza es entonces reconocer que comparte dicha extrañeza con todos los hombres [todas las personas] y que la realidad humana, en su totalidad, sufre de esta distancia en relación consigo misma y con el mundo.
Camus, 2015, p. 45
El sufrimiento como una característica común de la humanidad ya había sido tratado por Camus en El Mito de Sísifo, cuando define que el mito no es más que una exploración profunda del dolor humano: “No es la fábula que divierte y enceguece, sino el rostro, el gesto y el drama terrestres donde se resumen una difícil sabiduría y una pasión sin mañana2”. El desgarro como suelo común y punto de partida; si algo no podemos negar es el sufrimiento, basta con mirar las primeras planas de los periódicos, o las tendencias en las redes sociales, espacios repletos de narraciones sobre la vida humana que encuentran en sus fuentes el inagotable dolor. La cuestión está en la forma de plantearse ante el mundo, no en búsqueda de un sentido, pero sí de un valor.
La rebelión de Camus parte de una propuesta colectiva que nace de la solidaridad, el rebelde es sacado de su soledad cuando busca actuar en consecuencia de aquello que defiende para sí mismo, y por ende para el otro. La rebelión puede surgir de una reacción ante las injusticias que se cometen en contra de quien está enfrente. “Me rebelo, entonces somos3”, escribió Camus; pareciera que esta actitud que parte de la rebelión metafísica —aquella que niega una condición dada y a la vez se acepta a sí misma— es una búsqueda de una existencia diferente; sin embargo: “la rebelión no es realista4”. Vivimos en un mundo ilógico e irracional que nos lleva en su cauce y la libertad que tenemos siempre es limitada y nunca total.
Quizá sea falso decir que la vida es una elección perpetua. Pero es cierto que no se puede imaginar una vida privada de toda elección5.
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