Chinga tu migra: rabia, miedo y resistencia
El grito “¡Chinga tu migra!” no es solo rabia: es el eco de una comunidad herida que se levanta contra políticas migratorias opresivas y deshumanizantes.
En junio de 2025, Los Ángeles arden. Literal y simbólicamente. La ciudad, con su larga historia de defensa de los migrantes, se convirtió en el escenario de una confrontación que va más allá de la aplicación de leyes: lo que está en juego es la dignidad misma de quienes viven, trabajan y sueñan en territorio estadounidense.
Las redadas migratorias impulsadas por la administración Trump —con un ICE sin límites y una retórica que tilda de “invasores” a los inmigrantes— encendieron la mecha de una ciudad ya cargada de historia migrante. Y entonces emergió, con rabia y verdad, el grito: “¡Chinga tu migra!”. No como insulto vacío, sino como clamor colectivo. Como memoria de la Proposición 187, como eco de las marchas de 2006, como latido del presente.
La estrategia federal fue clara: redadas en supermercados, talleres, barrios enteros. Sin distinguir entre personas con o sin antecedentes. Y aunque la narrativa oficial hablaba de seguridad, la realidad se impuso en las calles: familias separadas, padres ausentes, comunidades paralizadas por el miedo. Un operativo diseñado para castigar, pero que provocó reacción.
Frente a eso, Los Ángeles respondió como sabe hacerlo: saliendo a la calle, protestando, organizándose. Jóvenes con pancartas, líderes religiosos, activistas, sindicatos. Todos. Las imágenes recorrieron el país: marchas masivas, cargas policiales, toques de queda. Una ciudad militarizada que, aun así, no se dejó callar.
¿Puede una consigna insultante encerrar tanta verdad? Tal vez sí. Porque cuando se pierde todo —el trabajo, la calma, la certeza—, solo queda la palabra que libera. El “chingazo” simbólico al poder que hiere. Y aunque la frase divida opiniones, lo que no se puede ignorar es lo que representa: un hartazgo profundo ante una política que, en lugar de proteger, castiga; que, en vez de dialogar, impone.
Lo ocurrido en Los Ángeles no es una anécdota más. Es un llamado de atención. Las políticas migratorias no son neutras: dibujan fronteras en los cuerpos, en los barrios, en los miedos. Y mientras haya quienes las vivan como amenaza constante, habrá quien grite. No por gusto. Por necesidad.
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