Lo que nadie ve cuando uno se entrega

A veces lo que más cuidamos también nos aleja. Una reflexión sobre compromiso, soledad y esa parte de la vida que nadie ve.

En este rincón de Στοά, Miguel Ángel, el director de Filosofía en la Red, nos abre una puerta más íntima. No se trata de artículos ni de ensayos, sino de algo más frágil y directo: fragmentos escritos desde dentro, donde el pensamiento se mezcla con lo vivido.

Estos textos nacen para acompañar, para abrir una pausa, para contar lo que normalmente no se cuenta.

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Hace unos días vi el capítulo 6 de la serie de Chespirito, sin querer queriendo [HBO Max, 2025]. Hay una escena en la que comienza a dibujarse una disyuntiva conocida: la del trabajo que absorbe frente a las personas que esperan. En ese punto en el que lo doméstico y lo vocacional ya no se rozan, sino que empiezan a estirarse como si habitaran tiempos distintos. Él llega tarde, no escucha, se ausenta sin querer. Y entonces viene la frase, como al pasar, pero punzante: «allá se me valora».

No sé si fue la frase en sí, o la atmósfera que la rodeaba. Pero algo me hizo quedarme en silencio. No por lo literal, sino por lo reconocible. Por esa forma en que, a veces, lo que uno construye con tanto empeño también lo va alejando de lo que no quisiera dejar.

Y no hablo de una tristeza dramática ni de un sacrificio épico. Hablo de esa sensación tenue, difícil de nombrar, que aparece en ciertas madrugadas largas. Esa en la que uno empieza a preguntarse —sin rencor, sin juicio— qué cosas se van quedando afuera. Qué gestos no dimos. Qué tiempo no alcanzó.

Es una pregunta que vuelve de tanto en tanto. No con palabras, sino como una especie de eco. Y vuelve justo cuando hay silencio, cuando ya no hay pendientes que responder, cuando las luces se apagan, pero la mente sigue encendida. Ahí es donde aparece la otra película: la que no publicamos. La que nos muestra en esos momentos donde todo lo que amamos se pone en tensión. No se niega. No se traiciona. Solo se tensa.

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